La dicotomía digital: por qué muchos centros siguen creyendo que la solución es prohibir tecnología
Contexto social y la urgencia de “controlar”
El uso de dispositivos móviles por parte de niños y adolescentes preocupa a familias, docentes y autoridades: riesgos de distracción, adicción, ciberacoso, contenido inapropiado. Esa preocupación —legítima— con frecuencia genera reacciones simplistas: prohibir. Yahoo Noticias+2educom.com.ar+2
En algunos sistemas educativos, especialmente en niveles primarios e infantiles, ya se adoptan políticas de restricción total: nada de móviles, tablets o relojes inteligentes. La justificación es doble: “protección” del menor, y “volver a lo básico”: lápiz, papel, libro. COPE+2El País+2
Falta de confianza en los jóvenes y en las posibilidades pedagógicas
Prohibir dispositivos implica asumir que los estudiantes no pueden usarlos con responsabilidad o que la única alternativa viable es eliminarlos. Esa visión paternalista ignora la posibilidad de enseñarles a usarlos de forma consciente, responsable y productiva. Además, evita que los docentes desarrollen competencias para orientar ese uso. Yahoo Noticias+1
Presión institucional y simplicidad administrativa
Para muchos directivos, es más fácil aplicar una regla uniforme —“no hay móviles ni tablets”— que gestionar excepciones, permisos, controles, formación docente y mantenimiento técnico. Prohibir requiere menos recursos administrativos que acompañar un uso educativo. Yahoo Noticias+1
La justicia de los resultados: poco cambio, sacrificio educativo
A pesar de las prohibiciones, no hay evidencia contundente de mejoras sostenidas en rendimiento o bienestar estudiantil. Muchos de los problemas que se buscaban evitar —distraerse, uso excesivo, abandono de clases— se trasladan fuera del aula. Education Week+2educom.com.ar+2
Mientras tanto, se desperdician recursos tecnológicos, se reducen oportunidades pedagógicas y se refuerza una visión de la tecnología como enemiga, no como herramienta.
Reflexión ética y educativa
La restricción total puede parecer un atajo fácil, pero en realidad revela una falta de visión educativa. Si el objetivo es preparar a estudiantes para un mundo digital, eliminarlos de la ecuación no ayuda: los retrocede.
Más que prohibir, se necesita educar: horarios responsables, acompañamiento, formación docente, políticas de uso inteligentes. Así la tecnología puede cumplir su papel: no como sustituto del libro ni como premio, sino como puente hacia nuevas formas de aprendizaje.
Prohibir la tecnología en las aulas puede aliviar temores, pero sacrifica el potencial educativo. El desafío real es construir entornos de uso responsable, consciente y pedagógico.
